
«Internet es la gran oportunidad ─quizá la única─ que tiene el escritor debutante para hacer visible su obra». (Manu de Ordoñana, autor de la novela Vivir de rodillas).
Manu de Ordoñana es un escritor donostiarra, autor del excelente blog de escritura http://serescritor.com, que ha optado por la autoedición para la publicación de sus obras. Tras comprobar la calidad del producto final, charlamos con él para hablar sobre el proceso de autoedición y comentar su última novela, Vivir de rodillas, una historia ambientada en el San Sebastián de los años sesenta con la guerra civil como telón de fondo.
─Vivir de rodillas es un libro autoeditado. ¿Es la autoedición la única salida (o al menos, la más sencilla) para autores noveles? ¿Existe poco apoyo por parte de las editoriales hacia los escritores desconocidos por el gran público?
─Es muy difícil que una editorial seria se interese por la obra de un escritor desconocido, incluso aunque el contenido sea excepcional. Digo difícil, pero no imposible, porque algunos ya lo consiguen. Si alguien quiere intentarlo, lo mejor sería olvidarse de los grandes y buscar entre los pequeños y medianos, analizar el modelo de empresa, su línea editorial y quizá la cercanía, para comunicarse en persona. Pero hay que tener paciencia. Los editores tienen un montón de libros para analizar y muy poco tiempo para decidir, así que conviene iniciar el contacto con antelación (unos cuantos meses antes de concluir el texto), enviarles un resumen atractivo y, si es posible, mantener una entrevista para establecer las ambiciones del proyecto.
Algunos editores pretenderán hacer una coedición, en la que el autor se hace cargo de una parte de la inversión. A mí, esta fórmula no me parece mal, siempre que exista un equilibrio entre las aportaciones económicas, el trabajo y el reparto del beneficio de cada parte. He visto muchos contratos leoninos que dejaban al autor totalmente desprotegido; todas las cláusulas beneficiaban al presunto editor y el autor no tenía luego ninguna posibilidad de eludir los compromisos, tanto si se producía el éxito, como si no.
Yo no diría que existe poco apoyo a los escritores desconocidos, sino menor capacidad de asumir riesgo. Una editorial es ante todo una empresa que tiene que ganar dinero y eso hoy es más difícil si el autor no es conocido. Cada vez hay más gente que se dedica al oficio de escribir y todos quieren publicar su libro. Por eso creo que la autoedición es la fórmula más sencilla que tiene un escritor diletante para publicar su obra… y seguramente, la más barata.
─ ¿Considera que Internet es un aliado o un enemigo del escritor? Por un lado es una plataforma de promoción muy importante. Por otra parte, está el tema de la piratería y el abaratamiento de los precios del libro digital.
─Yo creo que es un aliado importantísimo. Es la gran oportunidad ─quizá la única─ que tiene el escritor debutante para hacer visible su obra. Por un lado, está la impresión bajo demanda que, para empezar, es una buena solución, ya que el autor no tiene que pagar nada. Hay algunos escritores que han tenido un éxito notable publicando en Amazon, Bubok y otros cuantos más que se anuncian en la web. Por otro lado, si te decides por la autoedición, podrás situar tu obra en las librerías de tu entorno, pero nada más. Para llegar un poco lejos, no hay más solución que el marketing digital: primero subir los libros a las tiendas online y luego promocionarlos en la red, enviando reseñas a los sitios adecuados: blogs y revistas literarias, prescriptores de libros, foros especializados, etc., además de estar presente en las redes sociales… eso, a pesar del tiempo que eso supone contestar a tod@s los que te escriben.
Yo no creo que la piratería de libros sea un enemigo importante. La edición en papel está libre de este ataque, a no ser que saquen fotocopias. Es verdad que la edición digital ha sufrido los primeros embates, aunque ése es todavía un mercado pequeño. En cualquier caso, aquí hay una oportunidad más que una amenaza para el escritor diletante, si es capaz de entender que un libro digital no tiene por qué costar más de 2 euros, ya que el coste de distribución es muy pequeño ─tan sólo el porcentaje que te cobra el portal en que lo anuncias─. Yo creo que, en este caso, las grandes editoriales han cometido un grave error, al proponer precios digitales cercanos a las ediciones en papel. Eso ha permitido la irrupción de la piratería y la llegada de las empresas multinacionales que les han comido el mercado.
─En Ecoescritura apoyamos la autoedición de calidad. Comprobamos que el libro tiene una cuidada edición, por lo que nos interesa conocer cómo ha sido el proceso. ¿Cuánto tiempo lleva la revisión del texto original antes de presentarlo en la imprenta? ¿Acudió a algún profesional para el acabado final?
─Yo he cuidado mucho la corrección del texto original. Creo que es la tarea más importante que un escritor ─aficionado y también profesional─ ha de hacer, para que el libro pueda entrar en el mercado por la puerta grande. Dos filólogas que organizan talleres literarios ─yo mismo asistí a dos de sus cursos, antes de iniciar mi nuevo oficio─ han revisado el libro tres veces: la primera, cuando iba por la mitad; la segunda, cuando estaba terminando; y la tercera, al final, cuando ya la obra estaba concluida. Ya sé que me hacen precio de “amigo”, pero aun y todo, pagué 900 euros. Para mí, ha sido la mejor inversión que he hecho, ya que tengo la garantía de que no hay errores ni gramaticales ni lingüísticos, no hay palabras repetidas en la cercanía, ni las faltas de ortografía ─que aun creyéndome sabio, cometí─, además de proponerme algunas modificaciones en la estructura de la novela, en las actitudes de los personajes y, sobre todo, convencerme para eliminar la mucha zaborra que los escritores solemos incorporar en nuestra obra, creyendo que es relevante y que sólo sirve para aburrir al personal y hacer que abandonen la lectura.
La opinión de un observador exterior es siempre aconsejable. Te hace ver las iteraciones que has cometido ─algo que hay que evitar como sea─, los párrafos que no tienen valor literario y los que no aportan nada al relato o al carácter del personaje. Todos los escritores damos muchas vueltas al texto, lo corregimos, hacemos cambios y movemos las secuencias. Al final, no sabes dónde estás y cuesta mucho descubrir los errores, como me pasó con mi última novela: en el capítulo tres, describí a la protagonista con cabellos rubios, en el quince, de color castaño… sin haber ido a la peluquería. Menos mal que mis correctoras lo advirtieron.
─Vivir de rodillas es una ficción histórica a dos niveles. Por un lado está ambientada en la San Sebastián de 1966, una época del franquismo con cierta apertura, al menos de cara al exterior, con la llamada ley Fraga. Por otra parte, a través de la investigación de la protagonista, se nos van narrando episodios de la guerra civil en el País Vasco. ¿Era importante que el personaje protagonista fuera una exiliada para tratar de darle más objetividad a la historia?
─Cuando me decidí a escribir la novela, el mensaje que yo quería transmitir al público era el de un hombre que lucha por defender sus ideales y que es capaz de dar la vida y sacrificar a su familia para no “cambiar de chaqueta”, un fenómeno que se dio en abundancia durante la Guerra Civil Española y que, hoy en día, resulta poco entendible en este mundo repleto de valores materiales que nos ha tocado vivir. Pues bien, me pareció que la mejor manera de reflejar estos principios morales era a través de su hija póstuma, que, tras emigrar a Argentina al final de la contienda, regresa a San Sebastián con 26 años, para investigar la muerte de su padre y de paso conocer el lugar en que está enterrado su hermano, fallecido a los tres años en la cárcel de mujeres en la que encerraron a su madre a continuación.
Eso me ha permitido construir una novela que podríamos llamar de investigación, en la que se suceden episodios de la guerra que le cuentan sus familiares y los amigos de su padre que todavía viven, con el relato de una sociedad que poco a poco se está librando del yugo fascista y aspira con fuerza el aroma de la libertad, vista a través de los personajes que en San Sebastián va conociendo en el entorno de la cuadrilla de su primo. El argumento pedía la narración en primera persona, para que la protagonista pudiera describir los hechos sucedidos y expresar sus reflexiones sobre las costumbres de la época, en contraste con las que ella practica en Argentina. Esto de comparar estilos de vida diferentes es un truco muy utilizado, porque permite al autor transmitir sus opiniones al lector, sin parecer sospechoso de manipular su mente.
─El retrato que se hace de parte de la juventud donostiarra de los años sesenta no es demasiado halagüeño, describiendo a la pandilla que rodea a Clara como una especie de «rebeldes de salón». ¿Se trata de una crítica a un sector de la juventud de la época? La mayoría de ellos parecen estar más preocupados en pasarlo bien y evitar los problemas antes que en una crítica u oposición real al poder.
─Es una época que conozco bien ya que la viví personalmente. Es verdad que, en general, la juventud estaba muy poco politizada. La represión se había suavizado y la mayoría pensaba sólo en eso, pasarlo bien y pocas preocupaciones. Había trabajo para todos, horas extra, pluriempleo… corría el dinero. En el País Vasco, la toma de conciencia para una buena parte de la población se produjo en 1970, con el juicio de Burgos. Yo creo que ése fue uno de los mayores errores que cometió Franco. Eso no quiere decir que antes no hubiera un sector opositor realmente comprometido, como todo lo que rodeaba a una incipiente ETA, y otros de corte más “light”, la “gauche divine” que tenía ese encanto de lo que tú llamas “rebeldes de salón”, con mucho atractivo en el género femenino, pero sin arriesgar demasiado, tan sólo algún palo de los “grises” o, como mucho, un par de días en el calabozo, lo que daba mucho “caché”.
─En otro momento del libro, el tío de Clara confiesa que en su momento ocultó su ideología para conservar su puesto de linotipista en el periódico. De nuevo, parece una crítica al miedo y al conformismo de parte de la sociedad de la época.
─Es que si te negabas a aceptar el “statu quo”, como mínimo, te quedabas sin trabajo, sin trabajo para siempre, porque estabas fichado y nadie te iba a contratar. Eso fue lo que le ocurrió a la madre de Clara, cuando salió del penal: sus antiguos conocidos y amigos le dieron la espalda y, a pesar de que era una buena cocinera, no encontró trabajo y tuvo que emigrar a Argentina. Y eso, con suerte, porque otros muchos ingresaron en prisión por no colaborar y algunos hasta perdieron la vida. Es fácil hablar ahora sobre cobardía, pero ya me gustaría saber lo que haríamos nosotros en situaciones parecidas…
──Uno de los grandes temas de la novela es el dilema entre ser fiel a tus principios y luchar por tus ideales con todas las consecuencias o claudicar para protegerte a ti y a tu familia. El personaje de Clara parece no hallar solución al dilema a pesar de admirar a su padre por su valentía y coherencia.
─Ésa es la clave de la novela. Clara, que se queda sola en la vida a la edad de doce años, se siente orgullosa de su padre por haberse mantenido fiel a sus principios, pero también, en sus largas noches de insomnio, se pregunta si tuvo derecho a hacerlo, si valió la pena perder la vida y destrozar una familia para satisfacer su orgullo. Terrible pregunta que ella nunca se atreverá a responder.
─En el libro hay una gran cantidad de voces, cada una contando su visión de la guerra y sus consecuencias. ¿Cómo fue el proceso de documentación? ¿Hay elementos autobiográficos en ella? ¿Es casual la elección de Argentina como lugar de exilio de la protagonista y parte de su familia?
─Afortunadamente, hay muchísima información disponible sobre la Guerra Civil Española, muchos libros escritos sobre los hechos ocurridos en San Sebastián a partir de 17 de julio hasta las entrada de los carlistas en la ciudad, así como sobre el avance de las tropas franquistas hasta que entran en Bilbao y termina la guerra en el País Vasco. El proceso de documentación no fue muy penoso.
Es cierto que hay algún elemento biográfico en la concepción de la novela. El padre de mi esposa era un socialista que luchó por sus ideales y defendió la ciudad hasta su caída el 13 de septiembre de 1936. A partir de esa fecha, fue “invitado” a colaborar con el Régimen, a poner a su disposición los dos camiones que poseía. Como se negó, se los requisaron y se quedó sin trabajo, sin recursos, hasta que decidió emigrar a Argentina con su familia, donde murió en 1968. Algo parecido a lo que sucede en la novela, pero no exactamente igual.
─Uno de los grandes aciertos es la descripción de los lugares por los que transita la protagonista, no sólo en San Sebastián, que denotan un gran amor del autor por su tierra. ¿Todos los edificios, bares y restaurantes son reales? ¿Cuánto queda del País Vasco retratado en la novela?
─Sí, todos los lugares existían en aquel momento. Todo lo que se cuenta en la novela sucedió de esa manera. Por ejemplo, la protagonista se fija en las huellas que los impactos de las balas disparadas por los asaltantes dejaron en el Ayuntamiento y en el Hotel María Cristina, huellas que todavía se aprecian y cuyo origen algunos donostiarras ignoran. Pero, claro, muchos establecimientos han desaparecido y otros se han transformado, varios edificios ya no existen, como el casino Kursaal, la prisión de Ondarreta y la cárcel de mujeres de Saturrarán (aunque recientemente se ha erigido en el mismo lugar una placa conmemorativa en la que figuran los nombres de las 107 reclusas y los 48 niños que murieron dentro de sus paredes).
─En la novela no se eluden temas polémicos, como el debate en la calle de la lucha armada (un personaje de la novela afirma que es la única manera de acabar con la dictadura) o el robo de bebés a las madres opositoras al régimen para entregárselos a familias franquistas, con la connivencia de la Iglesia católica. Mientras escribía la historia, ¿pensó en algún momento que estos temas podían resultar incómodos para la publicación por parte de una editorial?
─Es lógico que se planteen los problemas que entonces se debatían en el seno de ETA, ya que era un motivo de discusión en determinados ambientes, entre los que defienden la lucha armada y los que no. Por el contrario, el robo de bebés era poco conocido, al menos en el entorno en que yo me movía, aunque luego ya hemos sabido lo que ocurrió realmente, no sólo a las madres opositoras al Régimen durante y después de la guerra, sino mucho más tarde también, a las madres solteras o con pocos recursos, aunque eso era ya más un negocio que una política deliberada del gobierno.
¿Que si pensé que estos temas podían resultar incómodos para las editoriales? No; la verdad es que no. Primero porque nunca creí que iba a encontrar un editor que se animara a publicar la novela. Y segundo, porque un escritor, aunque sea modesto como yo, tiene la obligación de ser veraz y denunciar la injusticia. “La poesía tiene que ser un instrumento del cambio social” predicaba Pablo Neruda en 1950, tras una orden de detención dictada por el gobierno chileno, que le obligó a exiliarse.
─ ¿Observa paralelismos entre la sociedad y el momento histórico que se presenta en la novela y el de hoy? Es evidente que una dictadura nunca será igual a una democracia, pero en los últimos tiempos observamos que la gran crisis económica, social e institucional de nuestro país está provocando la demanda por parte de la sociedad, en especial por la juventud, de un cambio. De hecho, las últimas elecciones europeas, con el descenso del tradicional bipartidismo y la irrupción de nuevas formaciones políticas así parecen indicarlo.
─Yo creo que la situación actual es bastante diferente a la que se vivía en aquel tiempo. El país estaba saliendo de una larga época de oscuridad y de aislamiento, a la espera de la caída del franquismo. No es fácil describir la ilusión que se apoderó de la gente tras la muerte del dictador, al menos aquí, en el País Vasco. Creímos que todos los problemas se iban a solucionar, creímos que por fin íbamos a recuperar el tiempo perdido y equipararnos a Europa. Algunas cosas mejoraron, es cierto, pero otras se mantuvieron, la ideología conservadora disfrazó su silueta, a la espera de momentos mejores, que no tardaron en llegar… aquella transición no fue tan perfecta.
El caso es que la crisis económica ha puesto de manifiesto esas carencias democráticas más que en otros países, ha desvelado la indefensión de los ciudadanos ante los poderes financieros que controlan el mundo, con el beneplácito de la casta política, que admite complacida su papel de comparsa, a cambio de recibir las migajas.
Sería un buen momento para intentar un cambio, aunque yo lo veo difícil. Con ese discurso populista que han ofrecido en la campaña, los partidos emergentes no van a convencer a las clases medias ─que no quieren perder lo que ya tienen─, y sin ellas, no conseguirán implantar ningún tipo de reforma. La única solución que yo veo posible es que los socialistas lideren este movimiento de renovación, pactando con todo el espectro político que está a su izquierda, para proponer un programa posibilista que tenga encaje en el mundo capitalista ─del que no podemos zafarnos ya nunca─, desde un presupuesto de justicia e igualdad.
─Para terminar, ¿qué nuevos proyectos literarios tiene?
─Tengo pensado escribir una novela histórica sobre un personaje real que vivió en el siglo XVII, muy importante en el País Vasco, pero también muy poco conocido. Es un proyecto difícil y complicado, que me llevará mucho tiempo de estudio y preparación, ya que las fuentes de información son escasas. Pero antes, he decidido escribir una novela de actualidad, sobre la ruptura que se produce en una familia, cuando al marido le “obligan” a expatriarse, al ser vendida la empresa en la que trabaja, para dirigir una filial que la compañía multinacional que la ha comprado, tiene en China o en Brasil (el país no lo tengo decidido). La mujer ─que también trabaja─ acepta quedarse en casa con los dos hijos, pero al final se produce el desencuentro.
─Muchas gracias.
Entrevista realizada por Jorge Borondo.
Seguro que te has quedado con las ganas de saber más sobre esta novela. Aquí puedes leer una maravillosa reseña de Jorge Borondo.
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